Doña Etelvina
Susana Ballaris (Gálvez-Rosario)
Soy Fito, pero no Fito Páez. Soy el hermano mayor de Rulo y los domingos viajo con mi familia a jugar al fútbol. Mi abuelo viaja con su hijo y con su nieto, que soy yo. Yo viajo con mi padrino y con mi ahijado. Mi tío viaja con sus sobrinos y mis primos viajan con sus amigos. Somos como dieciocho. Vamos en tren al pueblo vecino que se llama Zapallito Aguachento. Y salimos desde nuestro barrio Los Membrillos. Cuando viajamos en el tren hacemos acertijos y uno le dice al otro: ¡Adiviná este acertijo! ¿qué pariente será aquel que, aunque tu hermano no es, también de tu padre es hijo?
Sube con nosotros, como todos los domingos, Doña Etelvina con su falda a lunares y su pañuelo rayado. doña Etelvina, vina vina sube con su bolso de red lleno de moños celestes, rosados, amarillos y lilas, junto al sonido del tren. ¡Tan flaca!, ¡tan flaca! . parece un suspiro, una aguja, un hilo. Es entonces, que del bolso de red comienzan a caer sobre el piso del tren que parece ir al revés, moños mas moños, mas moños. Todos reímos, reímos, el tío, el padrino, el sobrino, el nieto, el ahijado, el primo, y el amigo mas otro amigo. Menos el abuelo.
Nadie mira a doña Etelvina. Nadie le da el asiento. Nadie se pregunta el por qué lleva tantos moños en su bolso de red. Nadie se pregunta el por qué viaja todos los domingos. ¿Dónde vive en realidad, doña Etelvina?
Es un domingo cualquiera, más cual que quiera, más quiera que cual... cuando, en un momento dado, me detengo a mirarla. Detrás de mis ojos aparecen bichitos de luz, y la miro, la miro. Y yo, Fito, siento que algo pasa dentro de mí cuando la veo, tan "un suspiro”, tan “una aguja”, “tan flaca”. Le doy mi asiento. Mi asiento es su asiento, y las rayas y los lunares se mezclan y es allí, que veo en su ojo derecho: ¿una cascarita? ¿una gota? ¿un soplo? ¿o es una lágrima?
sí, es una lágrima chiquitita, chiquita, chiquita, como una semilla.
La lágrima sigue bajando, sigue bajando y cae sobre su falda y sus moños. El tren comienza a besar la tierra y despierta palomas, horneros, girasoles que giran. Todo el paisaje. Justo cuando la lágrima de doña Etelvina cae como un soplo, como una brizna, como una gota, como una semilla durante un instante, y la tierra se siente besada. ¡El tren va más rápido, parece volar sobre los rieles! vuela, vuela, vuela. El campo está todo encendido.
Antes de llegar al pueblo vecino, doña Etelvina desciende. Parece subir sobre el techo y pasar por sobre nuestras cabezas, tan flaca, tan flaca, tan fugaz, cual rayo de luz y sale por una de las puertas. Miro a doña Etelvina. Ahora, lejos del tren, en medio-medio del campo, es casi una línea. Casi una aguja. Casi un soplo. Casi una semilla. Todos ríen, todos ríen. Menos, el abuelo y yo.
Llegamos al pueblo vecino “Los zapallitos aguachentos”. Venimos del barrio Los Membrillos y bajamos haciendo acertijos con los amigos.