La gata de Belén
de Leticia Rossy Millán
Allá en Belén, en un humilde pesebre, nació hace más de dos mil años, un niño llamado Jesús, hijo de María y José. En aquella fría noche de invierno, la estrella que anunciaría ese maravilloso acontecimiento, apenas comenzaba a brillar. Los reyes magos todavía no habían divisado el prodigio que los llevaría a viajar desde Arabia, India y Egipto para rendir homenaje al Rey de Reyes.
Dice una antigua leyenda, que en ese mes de diciembre, soplaba un viento muy frío que penetraba cortante entre las pobres tablas del humilde portal. José había salido para tratar de conseguir algo de alimento y cobijas para su familia, pero nadie parecía tener nada que le sobrase para compartir con los empobrecidos inmigrantes.
María tiritaba, mientras trataba de amamantar a su hijito recién nacido. Sus pechos, despro-vistos de alimento, casi no producían la leche materna para nutrir a la criatura. El niño lloraba de hambre y de frío.
La madre, desconsolada, lo dejó recostado allí, en el pesebre, en donde se alimentaban las vacas, arrebujado en una pobre manta raída, mientras buscaba inútilmente algo que le calmara el hambre y le ayudara a producir la leche salvadora para su bebé.
El llanto desconsolado del niño taladraba cruelmente sus oídos… hasta que de momento el bebé calló y a María le pareció escuchar el gorgojeo tenue de un recién nacido mamando. Alarmada y curiosa se acercó al pesebre en donde yacía el niño… allí encontró a su hijito confortado y amamantado por una gata recién parida. El animal, con sus pechos rebosantes de leche, alimentaba al niño, a medida que con su cuerpo lo calentaba y lo calmaba con su ronroneo.
María contempló asombrada el prodigio. La amorosa gata, abrazaba tiernamente con sus patas el cuerpecito del recién nacido, dándole calor, mientras le brindaba el alimento que producían sus ubres. La mujer quedó maravillada y conmovida con el gesto desinteresado de amor de aquel animal.
Al rato, cuando el niño, ya satisfecho, dejó de mamar el alimento salvador, la gata miró a María y con un lento pestañeo pareció indicarle que ya podía acercarse a su bebé. Entonces suavemente se alejó del niño, como devolviéndoselo a la madre.
María, llorosa, se acercó al generoso animal y lo bendijo por su generosidad. Entonces mirando a la gata con amor le dijo:
-Esta noche has salvado a mi hijo, que está predestinado a traer amor y comprensión al mundo. Yo te agradezco y bendigo por tu ayuda. Y para recordar este gesto amoroso, de ahora en adelante, tú y toda tu descendencia, llevarán en la frente, la M de mi nombre, como recordatorio de tu acción y mi agradecimiento.
Y así, dice la leyenda, que desde entonces los gatos descendientes de la maternal gata de Belén, llevan en sus frentes marcadas con la M, que recuerda el agradecimiento de María, una madre desesperada, en una fría noche, en un país extranjero.
Cuando te encuentres a algún gato en tu camino, míralo de frente a ver si en su frente, entre los dos ojos, divisas esa M. Si es así, estarás viendo a uno de los descendientes de la amorosa gata de Belén.
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Este cuento de navidad,esta basado en una antigua tradicion oral.
Es uno de los cuentos que a su manera me contaba mi abuela.
Y así, dice la leyenda, que desde entonces los gatos descendientes de la maternal gata de Belén, llevan en sus frentes marcadas con la M, que recuerda el agradecimiento de María, una madre desesperada, en una fría noche, en un país extranjero.
Cuando te encuentres a algún gato en tu camino, míralo de frente a ver si en su frente, entre los dos ojos, divisas esa M. Si es así, estarás viendo a uno de los descendientes de la amorosa gata de Belén.
Leticia Rossy Millán
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Desde pequeña ha sido una cuentista. Ella piensa que es preferible una mentira simpática, antes que una verdad aburrida. Sus sobrinos y allegados siempre se miran entre si y se preguntan si lo que está narrando en ese momento es verdad o solo existe en su imaginación.
Nació en San Juan, Puerto Rico, hace varias décadas y disfruta de escribir cuentos.