Arboricidio
María Manuela Sánchez Gutiérrez. Grado 5 °-Categoría 2
Pereira Rda. Colegio San Vicente Hogar.
Había una vez una pequeña ciudad llamada Tree City (Ciudad árbol). En su paisaje predominaba el color verde por la cantidad de árboles que allí había. Se podían encontrar de todas las especies: altos, bajos, con flores de todos los colores, y algunos daban frutas de todos los sabores.
Las avenidas estaban separadas por árboles, además había uno en cada esquina, plantados por los mismos pobladores para embellecer los jardines de sus casas.
Su mayor valor era servir de albergue para los nidos de los animales como ardillas, pájaros, iguanas y muchos otros; además, de proporcionar sombra a los habitantes del lugar.
El más viejo de ellos era un naranjo llamado Ezequiel, el cual estaba acompañado en su cuadra por sus mejores amigos más jóvenes: el manzano Joaquín y el pino Andrés.
Ellos se hablaban entre sí rozando sus ramas para comunicarse, limitados de movimiento por estar sembrados en el piso.
Un día, a la jardinera Doña Consuelo la eligieron para plantar en el parque principal el único árbol hembra, al que le puso por nombre Vanessa.
Cuando creció, sus amigos le contaron que había unas personas muy malas que talaban los árboles cuando éstos envejecían y se marchitaban, que tuviera cuidado con ellos, que por error la podrían cortar, así como le pasó en días anteriores a Steven, el árbol de banano que antes estaba en el parque.
Un día, Vanessa se durmió profundamente. Mientras ella estaba dormida, vinieron los taladores de árboles y cortaron a Ezequiel. No sirvió que éste aferrara fuertemente sus raíces a la tierra ni que los pájaros que en él habitaban aletearan sobre los asesinos para impedir este arboricidio. El daño fue grande. Cuando Ezequiel cayó al piso, también cayeron los nidos de los pájaros con sus huevos y crías. Murieron muchos allí.
Sus amigos Joaquín y Andrés se pusieron a llorar por su horrible suerte.
Al Vanessa despertar de su profundo sueño, se sintió muy sola, y los animales anidados en ella le preguntaron:
– Nessa, ¿por qué estamos presintiendo que falta Ezequiel?
Y Vanessa les respondió:
– Cierto, yo también me siento algo sola. Contaré los árboles a ver si falta alguno de ellos. Uno, dos… y… Oigan, ¿por qué no veo a Ezequiel? Le preguntaré a Andrés. ¡Oye, Andrés!, ¿Ezequiel dónde está?
– Lo han talado –Andrés le respondió.
Vanessa le dijo:
– No te creo ni un poquito. Es más, voy a preguntarle a Joaquín.
Le preguntó a Joaquín y se quedó asombrada al escuchar su respuesta, que era igual a lo que le dijo Andrés. Se quedó triste al ver que su amigo Ezequiel no estaba en donde debería estar; en realidad ya estaban plantando otro compañero.
Después de varios años, a las personas empezaron a gustarles más los supermercados y los almacenes de ropa y zapatos, así que construyeron edificios como querían todos los ciudadanos. La ciudad empezó a crecer y crecer por tanto comercio, y a dañarse poco a poco la naturaleza y su hermoso paisaje, porque tuvieron que cortar muchos árboles para abrir espacio a estos edificios.
En la ciudad había menos sombra, se sentía más calor, el aire se volvió pesado y contaminado por las obras de construcción. Todo era un caos.
Llegó el día en que cortaron a Andrés y a Joaquín, aunque no estaban viejos, solo por querencia de la gente para hacer un nuevo centro de comercio.
Pero cuando las personas visitaron por primera vez ese centro comercial vieron que no era cualquier cosa, sino que habían incluido un piso completo donde se vendían cosas como semillas de árboles, plantas, materos, abonos, para tratar de recuperar la naturaleza perdida, pues habían descubierto, un poco tarde, que el daño causado tardaría muchos años en recuperarse.
Vanessa, que era el único árbol que quedaba en Tree City, estaba muy feliz al ver que por lo menos alguien se preocupaba por ellos, y dijo:
– ¡Súper!, de no ser porque estoy plantada aquí, haría una fiesta. ¡Sí! Cómo desearía no estarlo.
Mientras ella pedía no estar plantada, pasaba una estrella fugaz, la cual tomó su petición como deseo.
Al día siguiente vio que tenía pies y manos, también cara… en fin, era un árbol humano; así que hizo realidad su sueño de crear leyes que protegieran a los árboles y a la naturaleza en general de Tree City.
Empezó por ser trabajadora y estudiosa; simplemente con eso logró ser gerente de una empresa muy conocida de protección del medio ambiente. Los empleados estaban muy asustados al ver un árbol que hablaba, pero igual la aceptaban como tal y colaboraron con ella hasta cumplir su misión.
Vanessa estaba muy feliz y despreocupada, ya que no sabía que el hechizo era solo temporal.
Pasaron meses y… ¡puf!, en un abrir y cerrar de ojos, Vanessa volvió a ser parte de los árboles comunes y corrientes plantados en un lugar. Pero, eso sucedió una mañana cuando ella iba a entrar a la fábrica, sus raíces se clavaron en el asfalto de aquella empresa, y como los empleados supieron que se trataba de Vanessa, formaron un jardín a su alrededor que embelleció la fábrica. Allí se quedó por siempre el arbolito que luchó y luchó por el bien de las plantas y la naturaleza.
Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.
Y colorín colorete, que otro cuento ya comience.
Valores morales: perseverancia y solidaridad. Perseverancia, porque el que persevera y es disciplinado alcanza sus objetivos, como hizo Vanessa con las leyes para proteger el medio ambiente. Y solidaridad, porque no solo pensó en proteger a su especie, sino a toda la naturaleza.
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