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              Desde  que había llegado de allá, trayendo regalos para la familia en aquel enorme  avión, pocas veces pudo viajar nuevamente. Sus dueños elegían casi siempre a  las valijas grandes, al cómodo bolso marrón de cuero o al gris, ese nuevo y con  rueditas. Ella también las tenía, pero siempre resultaba chica para los  viajeros… 
                
              Una  vez, cuando el viaje en automóvil fue largísimo, llegó hasta las montañas.  ¡Cómo le gustaron! ¡Cuántos caminos llenos de curvas y más curvas! ¡Qué colores  increíbles! Las cumbres cubiertas de nieve, allá lejos. Ese azul  del cielo, tan parecido al mar de sus isla… 
              También  le había tocado  traer recuerdos desde el  río ¡Viajó en un barco!…¡Nunca imaginó que los ríos podrían ser tan anchos, que  los puentes que los cruzaban fueran tan inmensos! La tranquilidad del agua, ese  color marrón tan distinto, le habían parecido maravillosos. 
                
              Ahora,  hacía mucho tiempo que estaba quieta, como dormida, en lo alto, encerrada en la  valija negra…Le había mostrado ésta unas fotos del mar, pero no era el suyo. Éste  se veía turbulento y espumoso, con olas altísimas que chocaban contra las  rocas. Hasta le daba un poco de miedo … 
              En  realidad, la señora y el señor de la casa andaban con pocas ganas de viajar. Un  bebé los visitaba cada día. En la medida en que él se transformaba en un nene  dulce y cariñoso, ellos se olvidaban de   los caminos y los paisajes. 
                
              Este  verano algo especial sucedía. Una tarde, la dueña trajo una escalera. Bajó  todas las valijas y bolsos. Las miró con atención, eligió a la valijita azul y  dijo: 
                -¡Ésta es la apropiada!  
                  Llegó   el nene y ella, después de darle un beso, le  contó    que esa valijita azul iría con él de  vacaciones. 
              Él  estuvo encantado. Era una valija pequeña, muy fácil de llevar. Tanto, que solito  la acarreó hasta su casa. Esa noche, durmió con ella al lado. Al otro día, lo  acompañó a desayunar. Su mamá la llenó de bonita ropa y de juguetes. Irían a la  orilla del río. Angosto y transparente, con piedritas para jugar, sin peligros para  el nene… 
                
              El  verano fue inolvidable. La valijita azul acompañó a su nuevo dueño a través de  lugares muy bonitos. Volvió cansadísima… ¡Pero segura de que al año siguiente,  saldría de nuevo a disfrutar de las vacaciones! 
                
              María Alicia Esain - Alibruji 
               
            
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