
La abuela Nanucha volvió de sus vacaciones. Comenzó a desempacar. Primero, sacó los regalos para sus nietos. Siguió con los libros que había llevado para leer en la hamaca paraguaya. Después, la ropa. Comenzó a guardar… ¡Algo faltaba!
Revisó bolsillos, abrió cierres, miró arriba y abajo. Su esponja con mango de madera y sus dos cepillos dentales no aparecieron. Para ella eran muy importantes. ¿Dónde estarían Esponjimoña, (la llamaba así porque tenía un bonito moño púrpura), Cepillito Azul y Cepillito Verde?
¿Se habrían quedado en el hotel? ¿Habrían caído de la valija? ¿Quién se los habría llevado? Pensaba y pensaba y más se preocupaba. Sólo le servían a ella, estaban algo gastados, pero los quería mucho. La acompañaban en todos los viajes.
De repente, sonó su caracófono (Un teléfono muy playero con forma de caracol). ¿Quién podría ser a esa hora de la noche? Los chicos seguro que no, sus papás los ponían a dormir temprano. Tampoco su amiga Cristina, ella madrugaba mucho…
-¡Hola! ¿Quién habla?- dijo Nanucha.
-¡Somos nosotros, Esponjimoña, Cepillito Azul y Cepillito Verde! Nos quedamos en la playa.
-¿Por qué? ¿Para qué? ¿Con quién? ¿Cuándo vuelven? ¿En qué viajan?- preguntó la abuela y …se cortó.
Nanucha miró el caracófono, le tocó todas las teclas y botones pero no logró comunicarse nuevamente. Agotada, preocupada, muy cansada, se fue a dormir.
A la mañana siguiente, sonó otra vez el caracófono. La abuela Nanucha soltó el mate y atendió:
-¡Hola! ¿Quién habla?
-¡Somos nosotros, Esponjimoña, Cepillito Azul y Cepillito Verde! Nos quedamos en la playa.
-¿Por qué? ¿Para qué? ¿Con quién? ¿Cuándo vuelven?-volvió ella a preguntar. Y por suerte, no se cortó.
- ¡Nos contrataron, Nanucha!¡Seremos actores en el teatro de títeres de la playa. Me llamaré Pompoño!- contó Cepillito Azul.
Me llamaré Pompiño- dijo Cepillito Verde- les enseñaremos a los chicos a cepillarse los dientes.
Seré Mamá Pompoña y les diré cómo frotarse bien la espalda- aseguró la esponja.
9- Volveremos cuando termine el verano- siguieron los tres- Nos llevará el Señor Titeruchi en su carromato.
¡Me quedo tranquila, entonces!- respondió la abuela y se pintó los labios para salir a comprarse una esponja y dos cepillos nuevos. Le hacían mucha falta.
María Alicia Esain - Alibruji
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