
Una mañana el pez Eliseo nadando por el río se fue al bar de la costa a desayunar. Se sentó a una mesa próxima a la ventana dado que necesitaba buena luz para leer el diario. Mientras comía su tercera medialuna y tomaba su cuarto sorbo de café con leche, apareció en la puerta un león que parecía venir de otro país quien se acomodó muy cerca de la mesa del pez y pidió un té con limón.
Eliseo, tímido y curioso, luego de terminar su desayuno se le acercó, le dio los buenos días y le dijo:
—Es extraño pero a usted no lo he visto nunca por este bar. ¿Viene de otro país?
—Me llamo Africón y llegué en barco hoy a la madrugada –contestó cortés–. En avión no puedo viajar. No lo tolero. Las alturas me dan vértigo.
—Perdóneme –continuó el pez–. ¿Cómo un Señor León toma té con limón?
—Ocurre que tomé mucho frío en el viaje y me pica la garganta.
—¿Se va a quedar por mucho tiempo? –insistió el pez–.
—No lo sé –dijo el león, hinchando su pecho–. Vengo a trabajar en el circo.
—¿De veras? ¡No sabe lo que a mí me gustaría ser león por un rato! ¿Lo podré ir a ver actuar?
—Bueno, espera a que me organice, y cuando nos veamos otra mañana te invitaré.
Días después el pez y el león ya se habían hecho amigos.
—¡Qué buena estuvo la función, Don Africón! –dijo el pez aplaudiendo con sus aletas–. ¡No sabe cuánto lo felicito! ¡Qué garra! ¡Qué valentía! ¡Dar semejantes saltos y atravesar esos aros de fuego! ¡Qué audacia!
El león miró sus garras mientras se sacudía las pulgas y respondió:
—Son muchos años que trabajo en esto.
—¡No sabe cuánto me gustaría ser como usted por un rato! Yo sé nadar muy bien. –dijo orgulloso–. Pero en el río la vida se vuelve muy aburrida.
—Veo. Se me está ocurriendo algo. Trabajarás una de estas noches por mí –y luego de un gran estornudo dijo– aquí el clima no me está favoreciendo.
—¿No es mucho riesgo? –preguntó el pez–. Una cosa es mi sueño, pero de ahí a ¿hacerlo de verdad?
—Te pondrás una melena igual a la mía –dijo Africón-. Te pintarás unas garras. Harás bastante gimnasia y actuarás por mí. Confía. Yo haré la voz y tú el movimiento. Me cubriré con un montón de hojas, estaré cerca de ti uno o dos pasos detrás. Te aseguro que nadie se dará cuenta. Saltarás y pasarás los aros de fuego.
—Me da un poquito de cuiqui, pero me gusta. ¡Ah! Perdóneme, ¿puedo invitar a todos los peces del barrio?
—Bueno. Hay bastantes plateas.
Llegó el día de la función. El público estaba inquieto. Las luces comenzaron a encenderse y a apagarse y el redoblar de tambores daba a entender que comenzaría el número especial.
Enseguida se escuchó la fuerte voz en off de Africón:
—¡Muy Buenas Noches, Querido público presente! ¡Hoy es un gran día, lleno de alegría y audacia! ¡De alegría porque nos han venido a visitar todos ustedes! ¡Y de audacia porque la función será realizada…—mientras le guiñaba un ojo a Eliseo–, sin las habituales rejas, para darle más emoción! ¡A ver cuenten hasta tres para que yo salga a escena! ¡Uuuuunooo, dooosss y, y treessssss!
Las luces de colores se encendieron y de un empujón el león mandó a Eliseo al centro de la arena.
El público no se dio cuenta del engaño. El pez disfrazado como león recorría la arena orgullosamente erguido, hasta que trajeron tres grandes aros de fuego y entonces fue puesto a prueba. Con la voz en off del león que lo guiaba atravesó el fuego.
Eliseo cumplió uno de sus sueños, fue aplaudido como león. Estaba feliz y Africón estaba muy contento de haber ganado un amigo.
—Esta amistad no puede terminar aquí Africón –dijo el pez-. Quiero invitarlo a hacer un viaje. Quiero conocer el mar, ir nadando desde el río. Lo invito a que venga conmigo.
—Eliseo, yo no sé nadar –contestó en voz baja el león–. Soy muy pesado, estoy resfriado. Me da un poco de chucho.
—¡Ah, No! No me va a decir que el Rey de la Selva tiene miedo –dijo el pez-. Se puede poner unas bolsitas de aire alrededor del cuerpo, así se hará un poco más liviano. Una capa llena de escamas de colores, un salvavidas en cada pata, y nadie, pero nadie se dará cuenta.
—¿Qué haré con mi melena? –se preocupó Africón-.
—Le haremos la planchita –contestó decidido el pez–.
—Aparte de ser tímido y curioso, eres ingenioso –murmuró el león–.
Hicieron el viaje hasta el mar. Eliseo no cabía en sí de la alegría que tenía. Africón lo acompañó muy bien equipado. Los peces del barrio se preguntaban, ¿con quién viaja Eliseo? De regreso se reunieron en el bar de la costa para tomar la merienda.
—¿No le parece una cosa extraña la amistad de un pez con un león? –indagó el pez–.
—Eliseo, Eliseo –contestó el león–. ¿No te diste cuenta todavía?:
“Dentro de todo audaz hay un gran tímido y dentro de todo tímido hay un gran audaz”.
©Teresa Vaccaro

Pertenece al libro “Los Cuentos de La Tere” 2016
Textos de: Teresa Vaccaro.
Ilustraciones de: Stella M. Grünwaldt.
© Teresa Vaccaro
Es Psi. Social, Escritora y Coord. de Medios Expresivos y Creatividad. Publicó “Donde la vida va” 2012 (Poesía), “Los Cuentos de La Tere” 2016 (Infantil), y participó en las antologías “Poetas sobre Poetas. II” 2014 (Ensayos) y Rapsodia- Nocturno 2015 (Poesía). Buenos Aires.
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