EL CUMPLEAÑOS DE FILEMÓN
de Raquel Barthe
Los chicos, cuando van al zoológico, ven a todos los animales en sus jaulas y por eso creen que ellos viven una triste vida en cautiverio.
En realidad no es así: permanecen enjaulados solamente durante los horarios de visita y lo hacen para no asustar a la gente porque, ¡a qué padre se le ocurriría llevar a sus hijos al zoológico, si las fieras anduviesen sueltas entre los niños!
Pero cuando el público se retira... ¡nadie sabe lo que sucede!
Sin embargo, lo cierto es que todos los animales abren las puertas de sus jaulas y salen.
A veces se reúnen en la casa del elefante, otras, se visitan entre ellos o simplemente salen a caminar y a “estirar un poco las patas”; conversan, juegan y comen todas las galletitas que los chicos tiran, con mala puntería, fuera de sus jaulas.
Es por eso que durante el día duermen plácidamente al solcito y todos se preguntan:
-¿Por qué los leones siempre descansan?
Y los chicos les tiran galletitas que nadie come.
A propósito de galletitas, hubo un día en especial, durante el cual todos los animales se mostraron muy, pero muy inapetentes; tanto, que hasta el guardián se sintió preocupado.
Pero apenas salió el último visitante y la puerta del zoológico se cerró, se abrieron todas las jaulas y empezó una febril actividad: los osos ordenaban y limpiaban el lugar; la jirafa colgaba adornos; los monos juntaban las galletitas desparramadas frente a las jaulas... en fin, todo el mundo trabajaba.
Era el cumpleaños de Filemón, el hipopótamo, y habían decidido festejárselo.
Estuvieron toda la noche de fiesta; comieron pilas de galletitas, maníes y caramelos. Cantaron y bailaron hasta caer rendidos.
¡Fue una gran fiesta!
Filemón estaba tan feliz, que sus orejas giraban como molinitos. Eso es algo que sólo los hipopótamos pueden hacer y lo hacen únicamente cuando están contentos.
Por supuesto, al día siguiente, los animales estaban muy cansados y dormían en el fondo de sus jaulas.
Un nene que los miraba, le decía a su mamá:
-¡Qué aburridos que son! ¡Siempre duermen! ¿Por qué no quieren mis galletitas?