FÁBULA DE LA TRADICIÓN ORAL ESCANDINAVA
(Versión y traducción del boliviano: Víctor Montoya)
LOS ANIMALES Y LA FIESTA DEL CURA DE ENARE
Había una vez un cura en Enare. Era sabio y hablaba el idioma de los animales. Decían que aprendió en la soledad y en las alturas, allí donde no había gente con quien hablar, ni siquiera con los lapones, quienes iban a la Iglesia sólo en feriado y una sola vez por año.
Un día, sin embargo, el cura de Enare quiso hacer una fiesta. Y, al no existir gente en los alrededores, decidió invitar a los animales. Así que mandó la invitación con el búho de la montaña. El búho, que volaba lejos y tenía la voz fuerte, cumplió el recado mejor que nadie.
Muchos animales fueron invitados: el oso y el lobo, el zorro azul de la montaña, el glotón y el caballo, la vaca y la oveja, la cabra y el reno, el cisne y la gallina, el ganso y la grulla, el cuervo y otros animales.
El primer invitado fue el oso, quien, pensando que lo festejarían por ser el rey del bosque, se sintió alagado y se puso en camino. El trayecto era largo y él estaba cansado. Uf, uf..., se escuchaba en su andar pesado y lento.
Más adelante se encontró con un muchacho lapón, quien cazaba perdices en la montaña.
-Buenos días Pelaje espeso -le saludó el muchacho-. ¿Adónde vas?
-A la fiesta del cura de Enare -contestó el oso y siguió andando.
-¡No vayas, Pelaje espeso! -le gritó el muchacho-. Tienes el pelaje espeso y fino, que allí te la quitará el cura.
-¿De veras? -dijo el oso. Se volvió y desapareció en el bosque.
Después, el lobo llegó chapoteando. Chap, chap, chap, se oía cuando andaba, pues como era astuto, y no quería dejar huellas, avanzaba por las aguas y los bordes de los pantanos.
-Buenos días, Rabo largo -le saludó el muchacho-. ¿Adónde vas chapoteando?
-A la fiesta del cura de Enare -contestó el lobo.
-¡Ten cuidado! -le advirtió el muchacho-. Tienes la piel hermosa y caliente, que allí te la quitará el cura.
-Quizás tengas razón. Más vale precaver que lamentar -dijo el lobo y se volvió chapoteando en dirección al bosque.
Al poco rato, el glotón llegó trotando. Tro, tro, tro, se escuchaba cuando trotaba, porque pisaba de un solo golpe con la planta de sus patas.
-Buenos días, Ruido de lija -le saludó el muchacho-. ¿Dónde vas al trote?
-A la fiesta del cura de Enare -contestó el glotón y siguió trotando.
El muchacho corrió tras él y le dijo:
-¡Cuidado, Ruido de lija! El cura te arrojará en el tabique.
-No importa -dijo el glotón-. Roeré el tabique y huiré.
-¡Cuidado, Ruido de lija! El cura te amarrará con una soga.
-Entonces me desamarraré -dijo el glotón.
-¡Cuidado, Ruido de lija! El cura te arrancará el pellejo -le advirtió el muchacho.
-¿Crees? -dijo el glotón, dubitativo-. Si es así, me vuelvo de inmediato.
Y se alejó trotando hacia el bosque.
Tiempo después, el caballo llegó al galope, orgulloso y haciendo flamear la crin. Galopando, galopando.
-¿Dónde vas al galope? -le preguntó el muchacho.
-A la fiesta del cura de Enare -le contestó el caballo.
-¡Cuidado, Cabeza de cepillo!. El cura te atará a una carreta.
-Entonces me desataré.
-¡Te encerrará en el establo!
-Entonces saltaré por encima del establo.
-¡Te dará golpes y golpes!
-Entonces le devolveré los golpes.
De modo que el caballo siguió galopando, hasta llegar a la Iglesia del cura, quien lo encerró en el establo, lo ató a una carreta y lo convirtió en su bestia de carga.
Detrás del caballo, la vaca llegó a trancos.
-¿Dónde vas a trancos? -le preguntó el muchacho.
-Voy a la fiesta del cura de Enare -mugió la vaca.
-Cuidate, Pelo hirsuto -le advirtió el muchacho-. El cura te ordeñará la leche.
-Entonces le daré una cornada -mugió la vaca y prosiguió a trancos su camino.
Cuando llegó a su destino, el cura de Enare la encerró en la vaqueriza y la convirtió en animal doméstico. Lo mismo hizo con la oveja y la cabra, con el reno y el perro, con el gato y con otros animales que, por no seguir los consejos del muchacho lapón, ahora viven sometidos a los caprichos de un amo. En cambio los otros animales, los que escucharon los consejos, viven todavía libres en el bosque.