FÁBULA DE LA TRADICIÓN ORAL ESCANDINAVA
(Versión y traducción del boliviano: Víctor Montoya)
LOS TRES CHIVOS BRUSE
Érase una vez tres chivos que tiraban hacia el monte, a engordar con el pasto más verde y abundante. Los tres se llamaban Bruse. En el camino había un puente y debajo del puente vivía un duende, quien tenía los ojos como platos y la nariz larga como palo de escoba.
El chivo Bruse pequeño fue el primero en llegar al puente.
Tripp, trapp, tripp, trapp, se escucharon sus menudos pasos.
-¿Quién es el que cruza por mi puente? -preguntó el duende.
-Soy yo, el chivo Bruse más pequeño -contestó con voz tierna-. Voy hacia el monte a engordar.
-¡Ahora vengo y te como! -gritó el duende.
-¡Oh, no! ¡No me comas! ¡Soy pequeño, muy pequeño! Espera un instante, que ya viene el chivo Bruse mediano. ¡Él es más grande!
-Entonces te dejo pasar -dijo el duende.
Al cabo de un tiempo llegó el chivo Bruse mediano.
Tripp, trapp, tripp, trapp, se escucharon sus pisadas fuertes.
-¿Quién es el que cruza a trancos por mi puente? -preguntó el duende.
-Soy yo, el chivo Bruse mediano -contestó con voz delgada-. Voy hacia el monte a engordar.
-¡Ahora vengo y te como! -gritó el duende.
-¡Oh, no! ¡No me comas! Espera un poco, que ya viene el chivo Bruse grande. ¡Él es grande, muy grande!
-Entonces te dejo pasar -dijo el duende.
Al poco rato llegó el chivo Bruse grande.
Tripp, trapp, tripp, trapp, se escucharon sus pasos pesados, que hicieron crujir el puente.
-¿Quién es el que cruza a zancadas por mi puente -preguntó el duende.
-Soy yo, el chivo Bruse grande -contestó con voz fuerte.
-¡Ahora vengo y te como! -gritó el duende.
-¡Ven nomas! ¡Tengo los cuernos puntiagudos para arrancarte los ojos y las patas duras para hacerte pedazos! -advirtió el chivo Bruse grande, abalanzándose sobre el duende, a quien le arrancó los ojos con las astas, le molió los huesos a patadas y de una cornada lo lanzó por los aires. El duende fue a dar tan lejos, que desapareció para siempre.
Después los tres chivos Bruse corrieron al monte, donde comieron abundante pasto verde, hasta engordar tanto que no pudieron volver a casa. Y si la grasa sigue en sus cuerpos, entonces están todavía en el monte.