28 de marzo de 2013
La madrugada del jueves santo de 2013 se ha ido un ARTISTA, historietista, dibujante y animador muy importante de Argentina. Pero ha dejado su obra y su ejemplo. Algunos lo llaman el Walt Disney argentino.
Recordando a Manuel García Ferré les contaré un encuentro inimaginado para alguien como yo, una simple promotora de los cuentos y poesías infantiles. Mantener su recuerdo con colores y alegría creo que es lo mejor.
El 14 de diciembre de 2012 tuve la posibilidad de que Manuel García Ferré me reciba en su estudio, como editora de Léeme un Cuento y Prensa de la AALIJ. La generosa gestión de una amiga muy reciente, Alejandra Crespín Algañaraz poeta y periodista, lo hizo posible. Luego de tenerlo como invitado especial en la SADE en la presentación de la Antología “A la hora de la siesta. Magia y Rebeldía” en la que tanto Alejandra como yo participamos con nuestras poesías junto a otros poetas y narradores. (Ahora que pasó un poco de tiempo puedo valorar más su presencia en la Presentación de la Primer Antología importante en la que participé como escritora.)
Ese día lo vi de lejos, escuché atentamente su palabra calma, generosa y humilde, palabras que refirieron a la responsabilidad de los que escribimos o dibujamos para la infancia. Sin discursos enredados, él era el ejemplo del trabajo por mantener los valores en los personajes de la historieta infantil, que divirtieron a lectores de cualquier edad. La Academia Argentina de LIJ estaba representada por su presidenta Cristina Pizarro y otros miembros, por eso Manuel sutilmente nos dio las pautas principales de lo que para él es crear fantasía para los niños.
Ese día me quedó el gusto amargo de no haber llegado a la foto con Ferré, me lamenté pero la magia existe y es así que a los pocos días recibí la invitación de Alejandra para visitar el estudio del papá de Larguirucho, Calculín, Neurus y tantos otros. Con gran emoción acepté agradecida el encuentro. Días antes de fin de año tuve la oportunidad de conocer ese lugar tan cálido, su lugar creativo, su estudio donde sus personajes me dieron la bienvenida. Bocetos, fotos, muñecos, esculturas, afiches… Esos personajes con los que compartí mi niñez estaban ahí y sentí que el tiempo retrocedía, recordé las tardes leyendo la revista Anteojito.
Llegó con una sonrisa, andar tranquilo y saludo amable. Ale y yo compartimos un rato con un verdadero maestro. La charla fue interesante y afectuosa, nos mostró regalos de sus fans, tantos que no puedo decir cuántos pero puedo contarles que en cada uno se podía sentir el amor y el agradecimiento de adultos por las ilusiones de su niñez. Trajo a la mesa una carpeta muy gorda, y nos contó que ese era un regalo de alguien que había juntado todas sus historietas de Pi Pío, desde el primer al último número de Anteojito. Pi Pío fue su primer personaje guionado, el que lo hizo dar el gran salto a la publicación masiva. Generosamente hojeó la colección y nos contó anécdotas sobre los personajes y los cambios que algunos fueron sufriendo con el transcurso del tiempo. Luego llegó el momento de entregarle un presente que preparé especialmente, él miró el dibujo detenidamente, me comentó sobre él y me agradeció emocionado que recuerde al Patriarca de los Pájaros. “Me sigue emocionando que me hagan regalos tan sinceros, son grandes pero tienen el corazón de niños, el cariño que puse a mis personajes debe haber sido importante” algo así dijo pensativo y creo que es así. Me preguntó que hacía, me escuchó y se interesó por el trabajo en léeme un cuento. Me guardo las palabras que me regaló, palabras optimistas sobre sus comienzos y la vocación de cada uno, sobre golpear puertas si uno cree en lo que hace sin dejarse frenar por los “NO” que aparezcan en el camino, me dio ánimo y esperanzas.
No podía irme sin imprimir este momento en algunas fotos y llevarme su dedicatoria en una copia del dibujo que le regalé a él y a Alejandra. También tuvo la amabilidad de firmar uno de los libros de mi hijo, de la colección de Hijitus y se dio tiempo para responder preguntas como el porqué de algunos nombres de sus personajes o si pensaba hacer la revista nuevamente, si modernizaría el entorno de los personajes y otras dudas de Facu de 10 años que me había dado una lista consultas que Manuel respondió muy sonriente.
Simplemente quiero compartir con los lectores de Léeme un Cuento, un momento mágico junto a alguien que ha dejado un gran ejemplo para los que hacemos literatura infantil, impresa, gráfica, animada. El respeto con que él trataba a su público, a sus 83 años, iluminando con su presencia y su sabiduría. Fue hermoso conocerlo, escucharlo, estrechar su mano y confirmar que llevaba en cada célula el amor por su trabajo. Me queda mucha esperanza y la responsabilidad de hacer que los niños lo conozcan y los mayores lo recuerden.
Manuel se fue pero vive en las aventuras de sus personajes y en los corazones de tantos niños grandes que no lo olvidaremos.
Nota de Maria Fernanda Macimiani
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