Junio de 2015 - María Fernanda Macimiani© - Mercedes Pérez Sabbi
Por suerte hay autores y proyectos que se animan a tocar temas de nuestra historia reciente, como la dictadura. Destaco ¿QUIÉN SOY? y PROHIBIDO SOÑAR. En estos excelentes trabajos como en tu novela, se logra llegar al lector de cualquier edad, con una historia que inevitablemente se clava en el corazón. Pero también conozco otros autores que no están de acuerdo en que estos temas sean parte de la literatura infantil y juvenil.
Es un gusto poder conocerte junto a los lectores de Léeme un cuento:
Fernanda: ¿Mercedes nos contás un poco de tu trabajo en el Plan Nacional de Lectura?
Mercedes: En el PNL estuve casi tres años (del 2008 al 2010) como Coordinadora de proyectos y programas. Esa fue una experiencia muy interesante: proponer proyectos y gestionar acciones para que en las escuelas e instituciones de todo el país, la lectura literaria ocupe un lugar valorado por el conjunto de la comunidad. Entre esas acciones está el Encuentro del autor/a con sus lectores. Hacer de la lectura un acto colectivo. Esta es la tarea que realizo actualmente: encontrarme con los chicos y jóvenes lectores de escuelas de todo el país. El PNL es el nexo facilitador de esos encuentros. Encuentros modificadores donde todos crecemos.
Fernanda: ¿Además de “Manuela en el umbral” hiciste algún otro libro que toque un tema tan profundo y doloroso? ¿Qué podes decirnos de “Nos vamos, nomás, nos vamos…”?
Mercedes: Cuando se hace literatura una aborda la temática que la conmueve. A la hora de escribir no pienso este tema es duro o es pasatista. Hay algo que me da vueltas y vueltas en el cuerpo y busco la manera de literalizarlo, de encontrar las palabras que lo hagan bello y asequible al universo infantil y juvenil.
Después de que Anahí Pereira Giuggiolini -a quien le dedico “Manuela en el umbral”- me contara que sus padres desaparecieron cuando ella tenía 4 años; después que me dijera que recibía cartas firmadas por su mamá…; después de llorar, tuve la fuerte necesidad de escribir esa historia.
En cuanto a “Nos vamos, nomás, nos vamos”, surgió de un fuerte sentimiento contra la opresión vivida en una escuela donde trabajaba como psicopedagoga. Parecían querer controlarlo todo, hasta las rayitas que los alumnos realizaban en sus pupitres. La limpieza enmascaraba la ideología que atravesaba el sistema escolar en democracia como resabio de viejas dictaduras. El malestar formaba parte de los vínculos institucionales; alumnos y docentes teníamos deseos de huir (¿Nos vamos…?). Supongo que ese malestar reactivó mi espíritu libertario contra viejas sensaciones opresivas, contra el dolor acumulado en la dictadura militar, y, para alegría de mi espíritu y mi salud mental, pude hacerlo literatura.
Pero hay “otros temas” que atraviesan nuestra cultura, y que si bien no son reconocidos como duros, difíciles (para quién) van lastimando, obturando los lazos, los vínculos de afecto: el sexismo, por ejemplo, que abordo en “Florinda no tiene coronita”; o el temor a la pérdida del amor cuando los padres se separan, transitar el duelo en “Mi insecto interesante”; o la necesidad de las jóvenes de pertenecer a un modelo publicitario que le demanda modificar el cuerpo, en “Pascualita Gómez, una chica que se las trae”.
Fernanda: ¿La ficción de “Manuela en el Umbral” está basada en una historia en particular, cómo nació esta novela y personajes tan entrañables?
Mercedes: Bueno, ya adelanté que después de que Anahí (compañera de la carrera de cine de mi hija) me contara su historia, pasé mucho tiempo tratando de encontrar las palabras, el escenario, la voz de la niña, que por esas cuestiones del inconsciente, siempre supe que se llamaría Manuela.
Pasé noches de insomnio para hacer hablar a Manuela y su entorno: tía, prima, amigas; el pueblo todo. Traté de hurgar en las pequeñas cosas cotidianas como una manera de contener lo grande; el dolor de la espera. Creo que esa fue mi búsqueda: encontrar la mirada de una niña que se para en el umbral de una historia que es suya y es nuestra.
Si bien la decisión de escribir la novela la tomo a partir del breve relato de Anahí, pienso que siempre, para todo proceso de escritura hay un encuentro. Creo que yo tenía la necesidad –un tanto escondida-- de escribir sobre la dictadura y es el relato de Anahí que lo pone en descubierto. Es como si esa historia llevara una hebra de la cuerda que la unía a mi deseo.
Fernanda: ¿Crees que aporta algo a la sociedad el contar con autores que se animen a tocar cualquier tema en la lij? ¿Crees que hay algún tema que debería evitarse?
Mercedes: Fernanda, aquí copio textual parte de una ponencia donde abordo este tema:
“Parto del principio de que cualquier tema, por difícil que sea, puede ser interpretado a cualquier edad con un lenguaje apropiado. Y cuando digo interpretado, me refiero a los múltiples sentidos que le puede dar un niño, que siempre van a ser diferentes del esperado por el adulto lector. El niño se las arregla para acomodar la historia más terrible a su conveniencia afectiva-cognitiva. Porque al identificarse con los distintos personajes de los cuentos o relatos, comienza a experimentar sentimientos de justicia, de amor, de lealtad, de valentía, y por supuesto, de miedo, en una forma que les permite sentirlo como un descubrimiento, como parte de lo que es la aventura de vivir. El niño proyecta en los cuentos sus propios temores, sus angustias y sus fantasías materializadas bajo la forma de figuras literarias; y es justamente a partir de la imaginación, de la ficción, del juego que puede ir resolviendo sus problemas cotidianos. Es a partir de temas movilizadores que el niño puede ir reorganizando sus esquemas de creencias, sus identidades y crecer. Porque, por suerte, (parafraseando a Michel Leiris), lo raro y maravilloso de la infancia es que los niños tienen la capacidad poco común de transformar en terreno de juego el peor de los desiertos.”
Fernanda: ¿Sabés si realmente se leen este tipo de libros en las escuelas de hoy, se los conoce, forman parte de las bibliotecas escolares?
Mercedes: En la actualidad hay una preocupación y ocupación de las Políticas públicas por promover estas temáticas. Llegan los libros a las bibliotecas de aula. Después, como en todos los ámbitos de la vida, habrá escuelas, docentes con mayor o menor compromiso por incentivar la conciencia social e histórica de los estudiantes.
Fernanda: ¿Tiene alguna importancia la literatura infantil en una sociedad como la nuestra, en pleno crecimiento y maduración democrática? ¿Ves diferencias con la literatura de los 70?
Mercedes: Dijo Graciela Perriconi: “La literatura infantil es una de las formas que elaboró la humanidad para explicar al niño la cultura y la historia de un pueblo”. Creo que esto responde la importancia de la lij en todos los tiempos, y hoy, donde la velocidad y la fragmentación forma parte de nuestra dinámica, pienso que en el libro, en la literatura infantil el niño tiene un anclaje.
Fernanda: ¿En qué libro estás trabajando? Contanos de tus últimos libros publicados.
Mercedes: En este momento estoy escribiendo un cuento policial, no comento nada hasta que esté terminado y yo conforme con el trabajo.
Mis últimas publicaciones son “Pascualita Gómez, una chica que se las trae”, de Editorial Comunicarte y “La mano peluda”, un policial de Ediciones Uranito.
“Pascualita Gómez” es una chica de barrio cautivada por los concursos televisivos que prometen hacerla famosa… Una promesa que es, en última instancia, promesa de felicidad., Este será el punto de partida para que Pascualita, así como es –intempestiva, sagaz, vehemente-, se lance a cambiar todo lo que tenga que cambiar (pero todo) para lograrlo. Su cuerpo tendrá que hacerse finito y largo, será como andar entre paréntesis por la vida…
“La mano peluda” es un policial, que, como todo policial hay un delito y una búsqueda de justicia, que en la novela está desplazada de los recorridos “legales” hacia los protagonistas: León y Julieta, que se encargarán de encontrar la mano peluda que hace desaparecer piezas valiosas. La historia no sólo está atravesada por el misterio sino por una pregunta filosófica sobre el destino. Creo que intentar dar respuesta a esta pregunta que me hice desde niña, me llevó a transitar los distintos recorridos de esta novela que acaba de publicarse.
Fernanda: ¿Según tu experiencia, los chicos de primaria y secundaria, leen cada vez menos? ¿Qué pensas sobre las nuevas tecnologías al servicio de la lectura y su influencia sobre el libro impreso?
Mercedes: No puedo cuantificar por mi experiencia cuánto más o menos leen los chicos, porque no tengo un patrón claro para compararlo. Yo diría que vivimos en tiempos de constantes interrupciones, y esto abarca a todos, y en verdad, para leer literatura, pensando en un lector entregado al texto, se hace dificultosa esa entrega. La vida cotidiana no está hecha para leer literatura. Yo viajo mucho en avión visitando escuelas y el avión es un lugar interesante para leer un libro, ya que no se pueden usar celulares, ni computadoras, sin embargo, son pocas las personas adultas a las que se las ve entregadas a la lectura. Por eso no es que los chicos leen menos, yo diría que los adultos tendrían que observar si ellos leen más que sus hijos. Porque mi experiencia con los chicos es que cuando están habilitados para leer, en el sentido de ofrecerles la posibilidad de transitar distintas lecturas, se los ve ávidos por seguir leyendo. Con esto quiero decir, que no se hace lector sin transitar la experiencia cotidiana de lectura. Y esa es una tarea de la escuela, pero también de los modelos lectores del mundo de los adultos.
Fernanda: Por último, quisiera preguntarte sobre la dedicatoria del libro “A Anahí Pereira Giuggiolini, a tantas infancias arrebatadas” y porqué la estructura del índice se ordena como “Los otros lugares de Manuela”.
Mercedes: Me pasó algo singular hasta ubicar a Manuela en el umbral. Fue tiempo después de terminar el libro. Ella estaba parada ahí, pero yo no me daba cuenta. La novela tenía un título distinto, algo que hacía referencia a la langosta desnuda; pero no me convencía aquel título. Indagué en los títulos de libros infantiles relacionados con la dictadura y me di cuenta de que muchos llevaban nombre de animal: “Los sapos de la memoria”, “El mar y la serpiente”, “El año de la vaca”, “La casa de los conejos” entre otros. Me llamó mucho la atención esa coincidencia, y mientras descartaba a mi langosta, me iba convenciendo de que resultaba difícil darle un nombre humano a lo siniestro. Igual sorteé esta dificultad y la paré a Manuela en el umbral, en la incomodidad del umbral como dice Luciana Murzi en sus reflexiones sobre la novela: “El umbral como frontera, como límite entre el adentro y el afuera. El umbral como un espacio y un tiempo de transición o una zona limítrofe donde espacio y tiempo están detenidos. No hay pacto posible en la fugacidad de ese estar y no estar…”. Cada capítulo es un paso en el camino de la verdad.
María Fernanda Macimiani©
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