CAPERUCITA ROJA
Versión de María Fernanda Macimiani
Había una vez una niña muy bonita y curiosa. Su madre le había hecho una capa roja y la nena la llevaba siempre encantada. La usaba tanto que todo el pueblo la llamaba Caperucita Roja.
Un día, su madre le pidió que alcanzara unos pasteles a su abuela que vivía al otro lado del bosque. Con mucha seriedad le recomendó que no se entretuviera por el camino, cruzar el bosque era muy peligroso. Siempre andaba acechando por allí un lobo malvado.
Caperucita Roja tomó la cesta con los pasteles y se puso en camino. Ella tenía que atravesar el bosque para llegar a casa de su Abuelita. No le daba miedo porque allí siempre se encontraba con amigos: los pájaros, las ardillas, los ciervos...
Pero ese día Caperucita se detuvo a juntar flores y disfrutar del paisaje apacible cuando de repente vio al lobo asomarse detrás de un tronco.
- ¿A dónde vas, niña? -le preguntó el lobo con su vozarrón.
- A casa de mi Abuelita -le dijo Caperucita-, sin pensar en ningún peligro.
- No está lejos -pensó el lobo para sí-, dándose media vuelta.
Caperucita puso su cesta en la hierba y se entretuvo un ratito más con las flores y volvió a mirar...
- El lobo se ha ido -pensó-, no tengo nada que temer. La abuela se pondrá muy contenta cuando vea un hermoso ramo además de los pasteles.
Mientras tanto, el lobo se había ido a casa de la Abuelita. Llamó suavemente a la puerta y la anciana le abrió pensando que era su adorada nieta. Un cazador que pasaba por allí había observado que el lobo merodeaba los caminos del bosque, lo estaba buscando.
Al entrar, el lobo devoró a la Abuelita sin dar vueltas, enrolló sus orejas y se probó su gorro rosa, el camisón violeta casi explota cuando se lo puso. Arropadito en la cama, cerró los ojos y esperó relamiendo su enorme bocota.
No tuvo que esperar mucho, Caperucita Roja llegó al poco tiempo, contenta y distraída.” ¡¡¡¡Toc, toc!!!!” llamó a la puerta y la dulce voz de su abuelita sonó como una osa mal dormida...
La niña entró y se acercó a la cama pero vio que su abuela estaba muy cambiada. No recordó que fuera alérgica o algo parecido. Además ni siquiera prestó atención a las flores.
- Abuelita, abuelita, ¡qué ojos tan grandes tienes!
- Son para verte mejor -dijo el lobo tratando de afinar la voz.
- Abuelita, abuelita, ¡qué orejas tan grandes se te escapan del gorro!
- Son para oírte mejor -murmuró el lobo.
- Abuelita, abuelita, ¡qué dientes más grandes tienes!
- Son para... ¡para comerte mejoooor! -y gritando esto el lobo malvado se abalanzó sobre la niñita y la devoró, sin darle un segundo para escapar, como había hecho con la abuelita.
Mientras tanto, el cazador había quedado preocupado y creyó adivinar las malas intenciones del lobo. Fue a dar un vistazo, a ver si todo iba bien en la casa de la Abuelita. En el camino encontró a un leñador y los dos juntos llegaron al lugar. La puerta de la casa estaba abierta y al lobo tumbado en la cama, dormido y satisfecho por la gran cena. La panza del lobo no mentía. Se podían ver dos formas humanas dentro de ese globo.
El cazador sacó su cuchillo y sin más vueltas rajó el vientre del lobo. La Abuelita y Caperucita estaban allí. ¡Están vivas! –Gritaron los dos hombres a coro-.
Para castigar al lobo, el cazador le llenó el vientre de piedras y luego lo volvió a cerrar. Cuando el lobo despertó de su pesado sueño, sintió muchísima sed y se dirigió a un arroyito cercano para beber. Como las piedras pesaban mucho, cayó en el agua de cabeza y nunca más se lo vio en el bosque.
La niña y su abuela, sufrieron un gran susto. Pero Caperucita Roja había aprendido la lección. Aprendió que hablar con desconocidos podía ser muy peligroso, como decían su mamá y la abuelita.
Pero lo que más le costó fue borrar el recuerdo del lobo vestido de abuela… Eso sí que le causó muchas pesadillas.