El inferturkis CQ
de Martha Dora Arias
Sabés? Ayer estuve con Inferturkis CQ .
Te cuento, no sabe hablar español, grita y rezonga todo el tiempo y la garganta se le cierra cuando se enoja. Es ahí cuando le salen unos graznidos como los del ganso que lo ahogan y lo obligan a masticar unas hojitas de menta, la única medicación que le calma esa alergia llamada “bronca”. Sobre que sufre al graznar ni siquiera le sale bien el graznido, la suya es una mala imitación. Pero sí, sabe silbar perfectamente con los dientes apretados, cosa que no hace cualquiera. Debe ser por la disposición de sus dientes, entre rata y nutria, murciélago y foca.
No tiene hermanos ni tíos, tiene amigos conflictivos que le dan trabajo porque le cuentan sus problemas. El pone la oreja derecha, más grande que la izquierda para escucharlos, pero para eso debe pararse al revés. Los pelos de la cabeza los tiene abajo, no usa la cabeza arriba como los humanos; arriba tiene los pies con la forma de ventosas que le permiten adherirse a cualquier superficie, áspera o suave, fría o caliente.
Los brazos cortones, al pasar el codo, se ramifican en cinco manos terminando cada mano en tres dedos con uñas ganchudas como los cóndores.
Plumas no tiene, es pelado como un amigo de mi hija. Tiene buen olor. Como no hace nada, no transpira. Se baña con la lluvia. Vive en los techos, pone huevos en las ventanas, y en los días de frío y humedad visita a sus compañeros y juega a la canasta por Internet.
El ejemplar no puede defender los pozos que se acumulan durante el juego y hace, sin intención, que sus compañeros de canasta pierdan puntaje; siempre pretende robar los pozos especialmente si tienen “monos” pero no lo logra porque no junta pares ni piernas de cartas y desperdicia los jokers tapando pozos que no valen nada. Muy de vez en cuando gana y cuando esto pasa, se agranda…“mami mami” le sale en un intento de conversar. Es la única palabra legible que pronuncia mientras mastica tortas fritas y toma ruidosamente mate cocido con los amigos, cosa única que lo asemeja a los seres de la tierra.
Cuando tiene una tele a mano mira programas donde hay cocineros y comidas, pero antes coloca la TV patas arriba. Sueña con ser chef y usar sus abundantes dedos en un programa de televisión. Todos le dicen que elija otra profesión ya que siendo chef nunca podrá trabajar por sus condiciones y posturas, tan diferentes a la de los locutores y camarógrafos.
Nadie sabe de qué planeta vino, solo que una tarde apareció planeando como los aviones y aterrizó en la casa del intendente del pueblo. El señor estaba organizando la segunda vuelta al poder y, para hacer propaganda en su favor, publicó en la radio local y en la repetidora de la tele que había conocido un ejemplar nunca visto y que, por respeto a los derechos humanos, el intendente lo alojaría en una sala del hospital público, hasta averiguar su identidad.
Desde ese día Inferturquis CQ quedó habitando la ciudad y fue censado cada vez que correspondía.
Nadie supo su nombre verdadero; le pusieron ese, porque cuando le preguntan: ¿cómo te llamás? el monstruito querido responde siempre lo mismo: Inferturquis CQ.
En cuánto lo dibujes, habrá terminado el cuento ilustrado.