Joaquín Pico Piñeiro tiene 11 años, vive en Buenos Aires (Argentina) y va a 6º grado. Dice que escribe mucho y cada tanto nos envía un buen cuento para compartir.
El campamento
Capítulo 1: El gran problema
Era un día oscuro, de luna llena, hacía muchísimo frío, pero eso no me impediría ir al campamento que habíamos organizado mis amigos y yo.
Nos llevaría la mama de martín en su auto nuevo, hasta el campamento, luego nos dejaría y nos pasaría a buscar al día siguiente.
Apenas llegamos, se fue la mamá de Martín. Pusimos la carpa en el medio de dos arboles. Cuando nos fuimos a dormir nos dimos cuenta de que solo había tres bolsas de dormir y nosotros éramos seis: Martín, Juan, Gregorio, Diego, Nicolás y yo, Joaquín. Así fue como comenzaron los problemas...
Capítulo 2: Juan y su cerebro
Mientras nos peleábamos, Martín empujó a Gregorio y se cayó la carpa. Entonces paso una ráfaga de viento y se la llevó. La corrimos durante 3 horas, pero fue en vano.
Cuando quisimos volver no dimos cuenta que estábamos perdidos. A Diego se le pusieron los ojos llorosos y Juan se puso blanco. Eran las 4 de la mañana y estabamos triste, agotados y asustados.
Lo único que hacíamos era echarnos la culpa unos a otros, sin buscar una solución. De pronto a Juan, el cerebro del grupo, se le ocurrió una idea. Nos ordenó ir a buscar ramas y hojas. Sin perder tiempo fuimos en busca de ellas. Cuando las trajimos, él empezó a trabajar.
...Después de dos horas finalizo la construcción. Delante de nuestros ojos había una hermosa choza.
Al fin pudimos dormir.
Capítulo 3: La adaptación
Nos levantamos a las 7 de la tarde, ya que nos acostamos a las 8 de la mañana.
A todos nos dolía la cintura y los hombros, sobre todo a Diego que nunca durmió en un campamento.
Teníamos hambre así que fuimos en busca de comida. Nos dolían los pies de tanto caminar, pero teníamos que encontrar algo para comer.
Por suerte hallamos un manzano, a todos nos dio mucho gusto verlo, y nos pusimos a recolectar las jugosas y encantadoras manzanas. Nos abalanzamos sobre ellas, hasta Gregorio, que las odiaba, se puso a comer. Nos devoramos, en tres deliciosos segundos, las veinte manzanas que habíamos juntado con tanto esfuerzo.
Las horas pasaron y cayó la noche.
El hambre volvió a nuestros estómagos.
El manzano no tenía manzanas y no sabíamos qué comer.
Juan tuvo que volver a usar su cerebro...
Lo que dijo esta vez no le gusto a nadie, ¡teníamos que comer lombrices! Al principio nadie lo obedeció, pero finalmente el hambre nos ganó.
Capítulo 4: Una linda mentira
Los días pasaban y no podíamos seguir así. Sólo un milagro nos salvaría y nos sacaría de esta horrible situación.
Todos estábamos sucios y apestosos, ni nosotros nos soportábamos, no teníamos ropa para cambiarnos y la que teníamos estaba rota. El único que pensaba que nos íbamos a salvar era Martín, que es un optimista.
Yo pasaba horas contando hormigas, mientras que los demás jugaban todo el día con un yoyó que había traído Diego.
No teníamos noción del tiempo, sólo sabíamos cuando era de día y cuando era de noche. Además sólo podíamos tomar agua de una zanja,... tenía un gusto a tierra... pero por lo menos no nos deshidratábamos y teníamos que agradecer que estábamos vivos.
Martín decía que había visto un avión negro, pero me parecía que lo decía para que tuviésemos esperanzas, aunque lo decía de una manera muy convincente y preferíamos pensar que era cierto. Él sabía cómo ponernos de buen humor.
Capítulo 5: Un sueño loco
Una semana después...
Me levanté de un piedrazo que alguien me había tirado.
Algo me agarró de los pelos y me levantó la cabeza hacia el cielo. Primero no veía ni escuchaba nada por el piedrazo y porque estaba medio dormido, pero después vi a Juan y en el cielo un avión negro. Después caí desmayado al piso y tuve un sueño algo extraño:
Soñé que todos estaban muertos y que un par de marcianos se comían los árboles, además había una mariposa gigante que cantaba tango y un enorme ciempiés que caminaba con la cabeza. Sólo estaban ellos y yo, así que salí corriendo pero la mariposa me atrapó y me arrancó la cabeza. Luego vino un monstruo que escupía aceitunas y me tiró una en el pie y otra en la mano.
Capítulo 6: Qué alivio
Cuando me desperté estaba en mi casa, acostado en mi cama.
Sin entender nada, me levanté, caminé tambaleándome hasta la cocina pero no había nadie, así que me dirigí hacia el comedor. Ahí encontré a mi mamá y a mis amigos que me contaron lo que había pasado:
Juan nos había despertado para que viéramos el avión que ya había visto Martín. Creo que exageró con lo de el piedrazo.
Cuando yo caí desmayado, Diego me llevó a la choza, mientras los demás hicieron una fogata para que desde el avión nos vean. Esto provocó un incendio y tuvieron que cargarme y llevarme corriendo hasta un lugar más lejos. Esto no fue tan malo, ya que con el incendio, vinieron aviones, autos de policía y bomberos. Apagaron el incendio y nos llevaron a casa.
Así fue como todo se solucionó y por eso hoy les puedo contar esta historia...