Cuenta una vieja leyenda, que existió un Reino oculto entre las montañas y en la más alta de ellas se alzaba majestuoso el castillo del rey.
Era un reino modesto en el que vivían varias familias de campesinos y ganaderos protegidos por los gruesos muros de una muralla.
El rey y la reina eran muy felices y fruto de su unión nació una hermosa niña. Pero un día la desgracia quiso que la reina, siendo aún muy joven, enfermara y muriera sin que nada ni nadie pudiera remediarlo. El rey, lleno de pena, vio crecer a su hija en un triste castillo, sin risas y llena de melancolía. |
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Tan alto estaba el castillo que por sus ventanas se colaban las nubes. - mamá está en el cielo- le había dicho cientos de veces su padre, y era por eso que la hermosa Carlota se pasaba los días asomada a la ventana de su dormitorio, respirando y tocando aquellas nubes blancas, imaginando que algo de su madre estaría impregnado en ellas. Pasó el tiempo, los años corrían con gran rapidez para el pobre rey que soñaba con volver a oír risas entre aquellas gruesas paredes y se dio cuenta de que su hija ya era una mujer, pero a pesar de ello no parecía tener el más mínimo interés en formar su propia familia.
- Debes casarte ya - le dijo un día el rey.
Pero Carlota era tímida y no sabía de qué modo podría conocer a un caballero que le gustara tanto como para contraer matrimonio.
- Mañana mandaré a todos mis pregoneros anunciando que deseas casarte y que, por tanto, quien aspire a convertirse en tu marido y por lo tanto, futuro rey, debe acudir al castillo para someterse a una selección-
A la princesa le pareció algo humillante y por tanto se negó alegando sentir vergüenza, pero su padre no cedía en su propósito. Después de una larga conversación, llegaron a un acuerdo: la princesa Carlota se ocultaría en el interior del armario de sus aposentos, y por allí irían pasando todos los pretendientes, ignorando que serían observados por ella.
- Así, padre, si alguno me agrada, te lo comunicaré -
- Procura que así sea hija mía -
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Llegado el día de la gran selección, Carlota se asomó a la ventana y con gran asombro pudo ver una larga fila de hombres que semejaba desde lo alto una enorme serpiente "Dios mío, que horror" exclamó, y rápidamente se escondió en su armario.
Uno a uno, los jóvenes pretendientes fueron pasando por la habitación, y al creerse solos, actuaban mostrando su verdadera naturaleza y era ¡horrible!. Muchos se hurgaban la nariz, se rascaban partes del cuerpo que más vale no nombrar, escupían por la ventana e incluso tocaban las cosas de Carlota provocando su indignación... ¡pero no podía salir! Algunos se comportaban bien, pero no provocaban en la princesa la más mínima emoción, así que sin darse cuenta, se fue adormeciendo y cuando sobresaltada abrió los ojos, pudo ver a un hombre, de espaldas a ella, que asomado a su ventana, extendía los brazos como queriendo abrazar a las nubes. |
Inmediatamente y sin ser consciente de lo que hacía, salió de su escondite para ver a la persona que se comportaba del mismo modo que ella. Al oír ruido, el hombre se dio la vuelta y ¡ cuál fue su asombro al ver su rostro ¡ era negro! Negro como el carbón, negro como una noche sin luna. Viendo la expresión de estupor en el rostro de Carlota, rompió a reír, y su sonrisa blanca iluminó el oscuro rostro haciendo que la princesa se enamorara inmediatamente de él, y viceversa."Nunca había visto a nadie como tú", le dijo.
"Soy príncipe en un lejano país, allí todos son como yo."
Le contó también que estaba recorriendo el mundo en busca de esposa y que había oído el pregón del rey solicitando marido para su hija. Atraído por el misterio de la "princesa de las nubes" - pues así la llamaban en el reino- había acudido a la cita.
El cuento y las ilustraciones pertenecen a Pilar Ribas Maura(España)
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